Conversión

La ventana se rompe estrepitosamente, y un grupo de hombres y mujeres entra en la casa, armados con rifles. Se dividen y recorren cada rincón en busca de otros ocupantes, pero no hay nadie. Uno de ellos recoge todos los alimentos no perecederos que encuentra en la cocina, conservas o comida en lata, y bebidas. Otro decide que no es mal lugar para pasar la noche. Se ponen manos a la obra para precintar todos los accesos a la vivienda, sellándolos con cinta americana y colocando muebles pesados contra ellos. Se reúnen en el salón y se reparten el espacio para poder dormir, cuando encuentran una grabadora encima de una mesa. Movidos por la curiosidad, escuchan la voz de una joven:

«Escuché unos quejidos mientras dormía. Pensaba que era una alimaña pero me equivoqué… Han conseguido entrar por la ventana de mi habitación —Solloza—. Tuve tiempo de alcanzar mi rifle y disparar a tientas. El ruido cesó y encendí la lámpara de la mesilla de noche. Allí estaba. Oh Dios. Era una niña. La reventé el cráneo… —Llora— La sangre ha salpicado la pared y cubierto la alfombra… Ahora debo quemarlo todo.»

El audio se corta y detienen la grabadora. Quien ha comprobado el dormitorio asegura que es cierto, hay salpicaduras de sangre en la pared. Se miran. Algunos ya no se sienten seguros ahí dentro pero deciden terminar de escuchar la grabación para saber qué ha ocurrido, aunque ya se lo imaginan. De nuevo, inician la reproducción y tras una pausa, la voz continúa:

»(Llora. La respiración está entrecortada y parece angustiada) Me ha mordido. Lo he visto al calzarme las botas para salir a quemar toda esta mierda, un pequeño mordisco en un dedo del pie. Esa hija de puta quería probarme antes de atacar mi cuello… —Hay un silencio. Parece que intenta calmarse— Ahora me pregunto cuánto tiempo me queda antes de convertirme en uno de ellos…

Se miran mientras se produce una nueva pausa en la grabación. Algunos se preguntan si es posible que las nuevas generaciones de infectados conserven la inteligencia humana después de la conversión.

»Siento fiebre y debilidad, el cuerpo me pesa y mi estómago ruge. He comido algunas cosas que he encontrado en la nevera, pero mi cuerpo las ha rechazado y he vomitado. Intentaré aguantar todo lo posible, aunque no sé cuánto tiempo pasará hasta que necesite alimentarme de carne humana (…) No he podido evitarlo. Me miraba a través de la ventana con esos ojos dulces… Prometo que me acerqué para darla algo de comer —Llora—, pero he respirado su aroma y acariciado su pelaje… La he partido el cuello con mis propias manos y la he devorado como el manjar más exquisito. Ya no me reconozco ante el espejo. Mi apariencia humana va desapareciendo poco a poco y ahora no soy más que piel y huesos, un cadáver más destinado a la supervivencia.

»Mi vecina ha llamado a la puerta. Buscaba a su gata. Estaba muy apenada y la he invitado a pasar. Aún no soy consciente de mi fuerza, pero me ha bastado un simple golpe para abrirla el cráneo y disfrutar de su jugosa corteza cerebral. Después, de sus vísceras. No es tan asqueroso como pensaba. Lo más curioso es que no me siento como un monstruo, como los veía antes de pasar a ser uno de ellos. Me pregunto si mi cerebro dejará de funcionar en algún momento mientras los observo desde la ventana, caminando grupos sin rumbo aparente; aunque no para mi porque, desde aquí puedo captar el olor de la carne joven que hay en la guardería del pueblo de al lado. Es irresistible. De momento, lo que queda de mi conciencia me impide devorar niños, como Saturno en aquel cuadro; pero estoy segura de que en algún momento, empezaré a hacer lo mismo que ellos.

»(Se escuchan unos gruñidos, seguidos de una voz ronca) He destrozado la casa. He cargado contra los muebles y los espejos. No quiero ver en lo que me he convertido, ni que los demás sepan cómo fui —Gruñidos y silencio durante un par de minutos—. Mi cerebro comienza a fallar. Tengo lapsos de lucidez, como en este momento, pero el final se acerca. Por favor, si alguien encuentra esto, que mire en los cajones de la mesa baja del salón. Hay fotografías. Y si me cruzo en su camino, que me mate.

La grabadora emite unos gruñidos roncos e ininteligibles, y el sonido de unos pies que se arrastran pesados sobre el suelo, alejándose. La puerta se abre y no vuelve a captarse ningún sonido hasta que la cinta se gasta.

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17. Describe tu día a día como si fueras un zombi.

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