Suena la música y se encienden las luces. El murmullo sorpresivo del público que abarrota las butacas del teatro llega hasta sus oídos. Situada en la primera fila del gran escenario, siente el golpeteo de los latidos de su corazón inquieto ante su debut que se acompasa ante los primeros acordes de la melodía que interpretan. Cada golpe, un paso. Cada pausa, un cambio de posición.
Durante los duros meses de ensayo ha memorizado cada acorde para adaptar los pasos y sincronizarse con el resto de sus compañeros. Desplazamientos. Giros. Cambios de fila. El espectáculo transcurre mientras intenta visualizarse desde fuera, con energía y ritmo rápido, hasta que la música enmudece y el aplauso ensordecedor hace que las paredes del teatro parezcan a punto de desplomarse.
El grueso telón de terciopelo cae y los bailarines se abrazan en la oscuridad, pero ella no lo distingue del resto de momentos de su vida diaria. Para ella todo está oscuro. Entre risas, lágrimas y aplausos, alguien se acerca con cuidado a su lado para darle su bastón.
Historias de Thai 